El ocaso de Roma, la novela que nos acerca a la infancia y juventud de Constantino, el emperador que cambió la historia. Charlamos con su autor: Carlos de Miguel

«La historia, su conocimiento y estudio, nos permite comprender el funcionamiento del mundo, sus reglas, sus mecanismos. Una persona que conozca la historia de las sociedades pasadas siempre estará más preparada a la hora de afrontar los nuevos retos que el mundo actual nos impone, será más crítico, más prudente y más juicioso. (Carlos de Miguel)

Una entrevista de Federico Romero Díaz para Divulgadores de la Historia.

Hoy entrevistamos a un divulgador de éxito: Carlos de Miguel. Es Licenciado en Historia y ejerce como docente desde hace años. En el 2017 comenzó con su programa de podcasts titulado El ocaso de Roma (del que me declaro fan desde hace años). A lo largo de sus más de 80 capítulos ha ido desvelando a los amantes de la Antigüedad un periodo de la historia romana poco tratado: el que comienza con el siglo III. Una etapa turbulenta, no tan brillante militarmente como la inmediatamente anterior, pero tan interesante o más desde un punto de vista histórico y humano. Ahora Carlos se lanza a la narrativa y nos presenta “El ocaso de Roma”.

«El sistema educativo además, por desgracia, no permite a los profesores de historia tratar todos los periodos que quisiéramos en profundidad; los contenidos cada vez son más exiguos, por no hablar del mal trato que reciben las humanidades y las ciencias sociales en particular»

Antes que nada muchas felicidades por tu novela Carlos. ¿Cuándo y por qué un profesor decide dar el paso de la enseñanza de la historia a su divulgación? ¿De dónde te viene tu amor por la historia? ¿Qué es lo que te resulta más gratificante de tu actividad como divulgador?

Mi decisión de pasar de la enseñanza en secundaria a la divulgación nace de la necesidad de llegar a más gente y de  tener un público más amplio y más abierto a comprender y disfrutar esta disciplina nuestra, que es la historia. El sistema educativo además, por desgracia, no permite a los profesores de historia tratar todos los periodos que quisiéramos en profundidad; los contenidos cada vez son más exiguos, por no hablar del mal trato que reciben las humanidades y las ciencias sociales en particular. Así que yo, que ya era un gran escuchante de podcast, decidí dar el paso y hacer el mío propio.

Mi amor por la historia nace del cine que vi en mi infancia. Me apasionaban las películas de romanos y medievales: títulos como La caída del imperio romano, Ben Hur, Cleopatra, Excalibur, Ivanhoe, El señor de la guerra y tantas otras marcaron mi niñez.

Lo más gratificante que encuentro en la divulgación es sentir que hago algo útil. Que llego a mucha gente y que esta se siente agradecida y con ganas de aprender más y de seguir investigando por su cuenta. 

¿Qué te ha motivado para dar el paso desde tu programa de podcast a la narración histórica?

Principalmente la necesidad de dar un paso más en mis proyectos y actividades. Si bien mi infancia estuvo marcada por el cine histórico, mi adolescencia estuvo impregnada de literatura histórica. De hecho fue en este momento de mi vida cuando comencé a escribir relatos y alguna novela corta. Mis inclinaciones literarias, sin embargo, fueron postergadas debido a mi dedicación casi exclusiva a la enseñanza y al podcast, que aún hoy ocupan casi todo mi tiempo. Sin embargo, como siempre tuve la necesidad de escribir ficción histórica, y viendo que el podcast estaba más o menos asentado, creí posible y necesario dar el paso.

¿Cuál es el proceso creativo de Carlos de Miguel?, ¿En qué han coincidido y en qué se diferencian esos procesos, a la hora de preparar el guión o la grabación de un programa o para planificar tu novela?

Poco tienen que ver los dos procesos. En el podcast busco organizar las fuentes, ordenarlas y hacerlas inteligibles a los oyentes presentando un relato lo más atractivo posible; mientras que en la novela entra en juego la imaginación, el esfuerzo en crear tramas interesantes, en desarrollar los personajes y en crear una atmósfera creíble.

Sí que es cierto que en el podcast tengo que redactar y escribir un guion. De hecho esos guiones, puestos en formato Word uno detrás de otro, ocupan literalmente miles de folios. Y esa labor de escritura, de redacción y de planificación me ha dado mucha soltura a la hora de escribir la novela. 

«No nos podemos permitir el lujo de perder lectores por culpa de una novela o de un ensayo desorganizado o mal estructurado, sin índices ordenados, sin gráficos (si fuesen requeridos) o sin un apartado cartográfico en condiciones: ¿alguien ha sido capaz de leer Yo Claudio sin un árbol genealógico delante? «

¿A qué se debe la elección como tema de la novela de la relación de la joven y modesta Helena y del prometedor y ambicioso oficial Constancio, y de la juventud de Constantino en el último tercio del agitado siglo III?

Porque son personajes de cuya infancia (en el caso de Constantino) y juventud (si hablamos de sus padres) no sabemos nada. Las fuentes no nos proporcionan ninguna información sobre ellos hasta que no adquieren importancia política, así que la única forma de acceder las vidas privadas y ocultas de personajes tan interesantes era mediante la literatura. La ficción llega a donde las fuentes no lo hacen.

Además este tema ya despertaba mi interés aún antes de pensar en escribir esta novela. De hecho, en el podcast, tengo un episodio titulado El joven Constantino (el 53) y que habla sobre el periodo que luego trata la novela.

Por lo demás, el último tercio del siglo III, que supone el periodo final de la crisis del siglo III y el principio de la Tetrarquía es un momento muy interesante y ha sido tan poco tratado por la ficción histórica que necesitaba hacer algo al respecto.

Me ha llamado la atención que la novela cuente con todo tipo de facilidades como un anexo de personajes, glosario de términos latinos, mapas, etc que ayudan a comprender mejor la época en la que se desarrollan los hechos ¿Eres de los autores que consideran que hay que “mimar” al lector y hacerle más sencilla y asequible la lectura?

Por supuesto. Pienso que el lector, antes de afrontar la lectura de una novela histórica o de un buen ensayo, debe de encontrarse con un buen apartado de anexos (glosarios, mapas…) que faciliten la comprensión de los textos y le inciten a buscar más información por su cuenta. No nos podemos permitir el lujo de perder lectores por culpa de una novela o de un ensayo desorganizado o mal estructurado, sin índices ordenados, sin gráficos (si fuesen requeridos) o sin un apartado cartográfico en condiciones: ¿alguien ha sido capaz de leer Yo Claudio sin un árbol genealógico delante?

«Otra cosa son las inteligencias artificiales, que sin duda han llegado para quedarse, así que los divulgadores, así como los escritores, estamos obligados a convivir con ellas sin saber el alcance que van a tener, aunque yo auguro que van a suponer una verdadera revolución en todos los ámbitos creativos, al mismo nivel que la imprenta o la fotografía en su momento.»

En las páginas de la novela se han incluido enlaces QR a pequeños programas de audio que ayudan a comprender mejor diferentes aspectos de la sociedad y la historia romana ¿Cuál es, según tu opinión, el papel que las redes y las nuevas tecnologías, en continua evolución, deben jugar tanto en la divulgación como en la narrativa histórica? ¿Debemos contemplar las inteligencias artificiales como una amenaza o como una útil herramienta en el desarrollo de esas actividades?

Pienso que el papel de las nuevas tecnologías en la divulgación histórica debe de ser total. Hemos pasado de los libros o revistas especializadas como casi único formato divulgativo a un mundo nuevo en donde los blogs, los podcast y el formato video se han convertido en formidables herramientas en manos de los divulgadores para hacer que su mensaje llegue a más gente. Se ha roto el monopolio de la academia y de la universidad y ahora cualquier amante de la historia puede dar a conocer sus puntos de vista. Es cierto que supone un arma de doble filo ya que cualquier desaprensivo puede ponerse frente a un micrófono o una cámara y maltratar el rigor histórico sin cortapisa alguna, pero pienso que, al final, el buen hacer y la ética de muchos divulgadores acabará prevaleciendo.

Otra cosa son las inteligencias artificiales, que sin duda han llegado para quedarse, así que los divulgadores, así como los escritores, estamos obligados a convivir con ellas sin saber el alcance que van a tener, aunque yo auguro que van a suponer una verdadera revolución en todos los ámbitos creativos, al mismo nivel que la imprenta o la fotografía en su momento. Tanto la primera como la segunda cambiaron totalmente nuestra visión del mundo, aunque no por ello dejó de haber escritores ni pintores, simplemente se adaptaron. De hecho la reforma protestante no hubiera sido posible sin la imprenta, y obras como el Quijote no hubieran tenido la misma difusión. Respecto a la fotografía, siguió habiendo grandes pintores como Matisse o Picasso después de ella. Eso sí, con la llegada de estos cambios revolucionarios, desaparecieron algunos oficios milenarios, como el de copista o amanuense, y tampoco fueron necesarios los pintores y retratistas de tipo realista. Con la llegada de la inteligencia artificial ocurrirá lo mismo: algunos oficios desaparecerán, otros se adaptarán a los nuevos tiempos y también surgirán algunos nuevos que ni imaginamos.

¿Por qué es importante que el ciudadano de hoy conozca la historia, la sociedad del mundo antiguo en general y del romano en concreto?

Pues porque la historia, su conocimiento y estudio, nos permite comprender el funcionamiento del mundo, sus reglas, sus mecanismos. Una persona que conozca la historia de las sociedades pasadas siempre estará más preparada a la hora de afrontar los nuevos retos que el mundo actual nos impone, será más crítico, más prudente y más juicioso.

Respecto al mundo antiguo y a Roma en particular, esta es semilla y germen de nuestra civilización actual. Si queremos encontrar las claves de nuestros fracasos y saber hacia dónde nos dirigimos, tenemos que echar la vista hacia atrás y mirar a Roma.

«Este mundo nuestro que viene de Roma y que se conformó a lo largo del Medievo ahora está entrando en una fase de degeneración política, social y cultural que yo creo que nadie niega.»

La crisis del siglo III fue una etapa terrible y muy dura del que sorprendentemente el Imperio romano pudo salir ¿Qué precio pagaron la sociedad romana y emperadores como Diocleciano o el propio Constantino para dejarla atrás?

Más que precio, que siempre tiene connotaciones negativas, yo hablaría de peaje. La sociedad romana y sus emperadores tuvieron que cambiar unas cosas por otras: a nivel político tuvieron que adaptarse a un sistema descentralizado con numerosas cabezas visibles, como fue la tetrarquía o el sistema dinástico de Constantino; paradójicamente esto llevó a un control más férreo de la sociedad o la economía por parte del Estado. Respecto a la religión, aquí observamos una verdadera revolución, pues la transición del paganismo al cristianismo (a partir de Constantino) supuso para Roma un cambio tan radical que no tiene precedentes en el mundo antiguo. Roma siguió siendo Roma pero tenía ya poco que ver con aquella que contemplaron César o Augusto, Trajano o Adriano.

¿Ves algún paralelismo entre ese momento histórico y nuestro presente?

Sí, claro. De hecho mi interés por la crisis del siglo III y por el bajo imperio romano nacen, en cierto modo, por mi necesidad de encontrar respuestas ante la crisis que hoy vive el mundo occidental. Por primera vez en cinco siglos, vemos el surgimiento de nuevas potencias con afán de hegemonía global que no pertenecen al mundo occidental. Ya no es Francia siendo relevada por Inglaterra y ésta a su vez por EE.UU, que son todos países occidentales; ahora llegan China e India que tienen una cultura y unos valores muy diferentes, mientras que nuestro viejo mundo se desmorona. Este mundo nuestro que viene de Roma y que se conformó a lo largo del Medievo ahora está entrando en una fase de degeneración política, social y cultural que yo creo que nadie niega. ¿Cuál es el motivo de esto y qué se puede hacer? Pues yo, de momento, me he volcado en la crisis del Bajo imperio romano en busca de las respuestas que necesito.

Cómo profesor, divulgador y ahora novelista ¿Debemos contemplar la novela histórica como una útil herramienta de divulgación o tan solo como una estupenda manera de divertirnos?

La novela histórica, bien concebida, puede ser una poderosa herramienta que ayude a la comprensión de la historia. La ficción histórica debe de ser capaz, por un lado, de llegar a esos rincones de la historia a donde las fuentes no llegan, de manera que el lector pueda hacerse una idea, a través de la literatura, de qué pudo ocurrir realmente en la Crisis del siglo III, o en la Revolución francesa o la Segunda guerra mundial. Por otro lado debe ofrecer, a través de sus personajes, una buena panorámica del momento histórico que trata para  que el lector no solo disfrute, sino que también comprenda, reflexione y saque sus propias conclusiones.

La historia de Constancio, Helena y Constantino da para muchas más páginas de las 528 que tiene tu novela (en total) ¿Debemos esperar nuevas entregas de una saga que no ha hecho nada más que empezar?

Sí, mi idea es continuar puesto que esta primera novela solo abarca la infancia de Constantino, y llega hasta la designación de Diocleciano como emperador único en el año 285. Ni siquiera ha nacido la tetrarquía aún, así que aún queda mucho por contar.

Pues muchísimas gracias por tu atención y por regalarnos tantas horas de conocimiento y diversión a través de tus programas y novela.

Ha sido un placer Federico. Mando un fuerte abrazo a todos los compañeros de Divulgadores de la Historia.

Os dejamos este enlace a la novela por si queréis empezar a leerla.

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