LA FRONTERA DE PIEDRA( PREMIO NARRATIVAS HISTORICAS EDHASA 2023) HOY CHARLAMOS CON EL ESCRITOR JOSÉ ZOLIO.

«(Adrianópolis) fue un desastre militar. Una debacle de tal calado que provocó que la mayor parte del ejército de campaña de la mitad oriental del Imperio desapareciera en combate, lo que significó la pérdida de miles de hombres experimentados, tanto soldados, como oficiales difícilmente sustituibles.»

Una entrevista de Federico Romero Díaz, para Divulgadores de la Historia.

Hoy tenemos la suerte de hablar con José Zoilo, un escritor español que ha ganado el Premio Narrativas Históricas 2023 otorgado por Edhasa a su novela “La frontera de piedra” .

José comenzó su andadura autopublicando sus primeras novelas de la trilogía «Las cenizas de Hispania», hasta que despertó el interés del grupo Penguin con el que completó esa serie compuesta por tres novelas ambientadas en la Hispania del siglo V: «El Alano», «Niebla y acero» y «El dux del fin del mundo.»

Posteriormente, en el mismo grupo, con Ediciones B, publicó otras dos novelas «El nombre de Dios», sobre la conquista islámica de la Península en el 711, y «Lordemano», sobre el paso de los vikingos por las tierras de Hispania.

Con esas cinco obras ha resultado merecedor de premios como el de Novela Histórica de Pozuelo de Alarcón (2020), el Cerros de Úbeda (2021), y el Ciudad de Cartagena y el Ciudad de Tacoronte (en 2022, ambos).

La narración de “La frontera de piedra” está ambientada a finales del siglo IV y pricipios del V, tras la llegada de los alanos, junto a otros pueblos como los vándalos o los suevos, a la península Ibérica y con el inicio del proceso de caída del Imperio Romano en Occidente.


El último cuarto del siglo IV y la primera mitad del V son momentos críticos en el desarrollo histórico del Imperio Romano, ¿por qué has elegido este convulso contexto histórico para desarrollar la historia de “La frontera de piedra»

Es una época que me apasiona, precisamente, como apuntas, porque estamos ante un momento trascendental, en el que el mundo Mediterráneo comienza a sufrir unos cambios que terminarán desembocando, generaciones después, en el inicio de la Alta Edad Media. Una época de múltiples conflictos, y no sólo bélicos, para la que disponemos de algunas fuentes contemporáneas, pero no tantas como en períodos precedentes del Imperio, lo que favorece, a mi entender, el desarrollo de una obra de ficción.

Además, cuando escribí mis primeras novelas, la trilogía de Las cenizas de Hispania, descubrí lo fascinante que podía llegar a ser un pueblo tan desconocido y exótico como el de los alanos, y me propuse, para más adelante, ahondar en su historia para tratar de buscar contenidos interesantes de cara a una nueva novela. Mis primeras lecturas me llevaron a este final del siglo IV, a su violenta aparición en tierras del imperio y a su enfrentamiento con los hunos, y lo que leí me encantó, de manera que no tardé en lanzarme a pergeñar una trama de ficción en ese escenario, con la gran batalla de Adrianópolis de fondo.

«A los pocos días del desastre sufrido de Adrianópolis, Fritigerno, el caudillo tervingio, llevó a sus hombres hasta los muros de capital, Constantinopla, instalando así el miedo en los corazones de sus habitantes.»

¿Cuáles fueron a tu criterio las consecuencias de la derrota romana en la batalla de Adrianópolis, en el año 378?

Uf, pregunta complicada por las múltiples consecuencias que tuvo.

A mi forma de entender, está claro que, principalmente, fue un desastre militar. Una debacle de tal calado que provocó que la mayor parte del ejército de campaña de la mitad oriental del Imperio desapareciera en combate, lo que significó la pérdida de miles de hombres experimentados, tanto soldados, como oficiales difícilmente sustituibles. Ambos grupos imposibles de reponer en poco tiempo, pues un ejército como el romano no solo se apoyaba en el número, sino también en la valía, la disciplina y la experiencia en el combate de los suyos, y estas tres características también desaparecieron de la noche a la mañana en buena parte del ejército oriental.

Además, la falta de hombres que añadir a las filas imperiales fomentó lo que se ha denominado la barbarización del ejército (que ya existía antes, claro), pues el emperador, en este caso el recién nombrado Flavio Teodosio, no tuvo más remedio que recurrir a reclutar a gran número de extranjeros, godos en su mayoría, pero también de otros pueblos (muchos se encontraban ya en el interior de las fronteras imperiales, por lo que llevaban tiempo desangrando el territorio), para reorganizar las maltrechas filas del ejército imperial. Muchos de estos fueron destinados a regiones distantes de la frontera oriental, pero otros tantos se mantuvieron en Europa como fuerzas de choque. Fuerzas que, con el paso del tiempo, como ocurrió con Alarico y los suyos, por ejemplo, terminaron por rebelarse contra el poder imperial estando ya en el interior de sus fronteras, lo que complicó aún más las esperanzas de la administración imperial de salir victoriosa de tal lance.

Igualmente, la permeabilidad de la frontera del Danubio se resintió durante los años anteriores a la batalla, como también durante los posteriores, en los que diferentes pueblos bárbaros pudieron acceder a tierras imperiales sin encontrar apenas resistencia. Situación que tardó años, y mucha sangre, en revertirse.

Por último, y aunque no menos importante, fue la sensación de abatimiento que se instauró entre la población del área oriental en los años siguientes a la batalla. Por un lado, al conocer el desastre sufrido por los suyos, pero también al enterarse de la muerte del emperador Valente en la lucha, uno de los pocos dignatarios imperiales en dejar la vida en el campo de batalla frente a los tan temidos bárbaros en toda la historia del Imperio. Además, y por si esto hubiera sido poco para impresionar a la plebe, a los pocos días del desastre sufrido de Adrianópolis, Fritigerno, el caudillo tervingio, llevó a sus hombres hasta los muros de capital, Constantinopla, instalando así el miedo en los corazones de sus habitantes.


Godos, suevos, vándalos, usípetes, francos, burgundios, etc. De entre todos estos pueblos, que fueron actores clave en esta época, ¿qué te movió a elegir al pueblo de los alanos como hilo conductor de tu novela? ¿Qué los hace diferentes de los otros pueblos?

Por un tema meramente personal, ya que, de alguna manera, tenía una deuda literaria con ellos. Un alano fue mi primer personaje de ficción, y desde entonces les tengo un cariño especial. Además, se trata de un pueblo “bárbaro” tan diferente a los demás que llama muchísimo la atención. Se trata de un pueblo de origen iranio, no germánico como godos, francos o vándalos, por poner algunos ejemplos, nómadas de los que se desconoce casi todo, salvo que en la lucha se trataba de fieros jinetes, los más valientes y temerarios, que consideraban que solo la muerte en la batalla era digna para quienes decían ser hijos de su pueblo. Pocas certezas sobre ellos, sin duda, pero muy atractivas: más que suficientes para crear una ficción potente a través de ellos.

Portada de «La frontera de piedra» Edhasa.

¿Cómo afectó y cuáles fueron las consecuencias de la llegada a las tierras de los alanos de los hunos?

Como ocurrió con otros tantos pueblos que vivían en ese entonces cerca del Mar Negro, como los godos greutungos y tervingios, los alanos que no se sometieron a sus nuevos amos hunos (que también los hubo, y bastantes) cuando estos aparecieron, se vieron obligados a marchar hacia occidente. Se vieron forzados, también, a modificar sus hábitos de guerra, pues hasta la llegada de los hunos, tanto alanos como sármatas eran considerados los mejores jinetes de la época. Jinetes pesados, pero también grandes arqueros a caballo. Pero el arco asimétrico que trajeron consigo los hunos, una verdadera revolución tecnológica en el momento, dio al traste con su forma de combatir. Los jinetes pesados alanos se convirtieron en blancos fáciles, predecibles, y las flechas expelidas por los arcos hunos eran capaces de perforar sus protecciones desde gran distancia.

De esta manera, estos alanos reacios a someterse se vieron obligados a marchar cada vez más hacia el oeste, hasta que se encontraron frente al enorme cauce del Danubio, el Istro de los romanos. A partir de ese momento nada volvió a ser igual para ellos: comenzaron su largo peregrinar por tierras imperiales, muchas veces luchando contra el Imperio, como en Adrianópolis, otras a su favor, como en algunos enfrentamientos entre Estilicón y el godo Alarico, durante décadas. Esto último, como paso previo a la gran migración alana del año 406, cuando las tribus de Respendial y de Goar, sus respectivos reyes, junto a otros tantos pueblos, atravesaron la frontera del Rin y se asentaron los primeros en la Hispania romana, y los segundos en Armórica, la actual Bretaña francesa. Una gran epopeya que terminó con la desaparición de ambas ramas alanas en el occidente europeo durante el siglo VI. Los alanos que se asentaron en Hispania y posteriormente se trasladaron junto a los vándalos de Genserico a África, fueron derrotados (y su reino destruido) por los imperiales de Belisario en la batalla de Tricamerón, y aquellos que se habían quedado en la Galia se entremezclaron de forma gradual con la población local, de manera que para ese siglo, ya habían dejado de existir como entidad política.

«Para documentarme comencé por textos contemporáneos o cercanos a la época, como el inigualable Amiano Marcelino, Procopio y también Jordanes, un poco posteriores, para continuar por otros textos ya actuales, de grandes expertos en la época, nacionales como José Soto Chica y Javier Arce, e internacionales como Chris Whickam, Peter Heather o Guy Halsall, por citar algunos.»


Tu novela habla temas universales como pueblos que emigran y del afán de superación y mejora de las personas. De entre los temas que abordas en “La frontera de piedra, ¿Cuáles se relacionan con nuestro presente?


Hay muchas situaciones reconocibles, sí, porque siempre digo que los anhelos de los personajes de mis novelas, da igual si son en el siglo IV, que en el IX, por ejemplo, son siempre reconocibles para el lector, porque, de alguna manera, estos no han cambiado con el paso del tiempo, aunque sí, en la mayoría de los casos, la forma de conseguirlos. El afán de supervivencia, de prosperar; el amor, la amistad, la sed de venganza… son emociones que reconocemos, y que podemos entender.

Además, como tú has dicho, en lo relativo a los pueblos que se ven forzados a emigrar, en este siglo XXI es algo que conocemos demasiado bien, incluso en el área geográfica en la que sucede parte de la acción, en tierras de la actual Ucrania, que nos resulta terriblemente familiar. Siempre me llamó la atención que nos hemos centrado mucho en qué supuso Adrianópolis para el Imperio, así como los años posteriores, probablemente debido a las fuentes, que siempre fueron del bando imperial; pero pocas veces nos hemos detenido a pensar en lo que significó para los pueblos llegados desde el otro lado del Danubio arribar a un territorio completamente desconocido, rico y, por así decirlo, civilizado como aquel. Tenemos claro que tal situación, con el paso de las décadas, desembocó en el fin del imperio tal y como se conocía, pero, ¿acaso no supuso para los alanos y para los demás pueblos el inicio de una nueva forma de vida?

«Una novela debe de ser entretenimiento, nace con ese objetivo, y su fin último debe ser el de despertar pasiones (y emociones) en quien la lee, ser capaz de hacerlo disfrutar, así como sufrir a lo largo de la trama».


El jurado ha destacado en la entrega del premio, entre otras cosas el rigor que has demostrado al documentarte. ¿Qué fuentes has utilizado en esa labor?

Siempre que me centro en una nueva novela trato de documentarme lo máximo posible, de manera que sea capaz de recrear, de forma todo lo rigurosa posible, la época y los principales hechos históricos. Posteriormente será la historia de ficción la que se encargue de rellenar los huecos que quedan entre estos últimos, principalmente, gracias a la existencia de personajes surgidos de la imaginación.

En este caso, y como en otras ocasiones, para documentarme comencé por textos contemporáneos o cercanos a la época, como el inigualable Amiano Marcelino, Procopio y también Jordanes, un poco posteriores, para continuar por otros textos ya actuales, de grandes expertos en la época, nacionales como José Soto Chica y Javier Arce, e internacionales como Chris Whickam, Peter Heather o Guy Halsall, por citar algunos. Además, y aunque muchas veces no se le suele hacer mucho caso (y no digo que sin parte de razón), los seis volúmenes de la Historia de la decadencia y caída del Imperio romano de Edward Gibbon, el historiador inglés del siglo XVIII, resultan también de obligada lectura.

Como escritor con varias novelas históricas a tus espaldas: ¿Consideras la novela histórica como un instrumento válido para acercar a la gente a la historia, para divulgar o son, por el contrario, un simple un producto de entretenimiento?

Una novela debe de ser entretenimiento, nace con ese objetivo, y su fin último debe ser el de despertar pasiones (y emociones) en quien la lee, ser capaz de hacerlo disfrutar, así como sufrir a lo largo de la trama.

Por otro lado, el que sea una novela histórica, con un trasfondo histórico, con un enorme trabajo detrás por parte del autor, que debe de ser todo lo riguroso que se pueda y no llevar a error al lector, puede suponer un excelente vehículo mediante el que despertar en quien la lee la curiosidad por conocer más sobre una época determinada, para que, de esa manera, busque a posteriori textos académicos para profundizar en la misma. Así que sí, diría que un producto de entretenimiento, pero de alguna manera no tan simple.


¿Eres de esos escritores que tienen perfectamente planeada y detallada la historia antes de escribir o eres de los que dejas que los personajes encuentren su propio camino en el texto, a medida que se va creando?

Antes de comenzar una novela planifico la mayor parte de la trama. Cuando me documento, necesito que algún hecho histórico me dé la clave para hilar la trama de ficción, y, cuando lo consigo, establezco los hitos y personajes principales que tomarán parte en la novela. En principio, con eso está todo el esqueleto listo, y entonces llega el momento de ponerse a escribir. A partir de ese instante me otorgo cierta libertad a la hora de abordar la ficción, de manera que en ocasiones te surge algún personaje que no tenías planteado en un inicio y que se te revela como indispensable, y otras, un personaje que creías secundario adquiere un protagonismo que no habían contemplado inicialmente. Creo que esto enriquece el resultado final, al menos, en mi caso.

¿Algún nuevo proyecto en mente, José?

Siempre hay algún nuevo proyecto dando vueltas en la cabeza. Los escritores de novela histórica no podemos estar parados mucho tiempo, porque documentarnos nos lleva muchos meses, incluso años, en ocasiones; así que en cierto modo tenemos que estar siempre en marcha, dispuestos a aprender y/o a escribir.

Pues ha sido todo un placer, muchas felicidades por el premio y te agradecemos el tiempo que nos has dedicado.

¡Muchísimas gracias a vosotros!

Pinchar en la imagen si os apetece comenzar a leer «La Frontera de Piedra»

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