
UNA ENTREVISTA DE FEDERICO ROMERO DÍAZ PARA DIVULGADORES DE LA HISTORIA.
Hoy tenemos la suerte de charlar con uno de los divulgadores de más éxito del momento. Y tiene mérito ya que lo ha conseguido divulgando una de las épocas que menos conocidas hasta ahora por el gran público, el siglo XIX español.
«Daniel Aquillué (Zaragoza, 1989) es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza con la tesis El liberalismo en la encrucijada: entre la revolución y la respetabilidad 1833-1843, que obtuvo una mención honorífica de la Cátedra Cervantes de la Academia General Militar. Actualmente es profesor de la Universidad Isabel I, en el Grado en Historia, Geografía e Historia del Arte.
Ha trabajado temas relacionados con la revolución liberal, las guerras carlistas, la historia local, la historia pública y la Guerra de la Independencia española. Desarrolla una amplia labor de divulgación histórica a través de diversos medios, las redes sociales y la recreación histórica.
Además, forma parte del Consejo de Redacción de la Revista Universitaria de Historia Militar y es investigador agregado del Instituto de Estudios Riojanos. Ha publicado diversos trabajos como los libros Armas y votos. Politización y conflictividad política en España, 1833-1843 (2020) y es responsable de los textos que acompañan a las fotografías de Jordi Bru en el libro Soldados (2022). En La Esfera de los Libros ha publicado Guerra y cuchillo. Los sitios de Zaragoza 1808-1809 (2021).»(Texto extraído de la web de La Esfera de los Libros.)
Añadimos que ahora ha publicado su nueva obra «España con honra. Una Historia del siglo XIX español 1793-1923»
Creo que es buena idea empezar la entrevista a un doctor en historia especializado en el XIX español muy activo en recreación y en la divulgación de ese periodo sobre el origen de tu pasión por el pasado. ¿Daniel, cuándo se despertó en ti el interés por la historia? ¿Y cuándo y por qué crees que es importante la divulgación entre el gran público de este periodo histórico?
Bueno, como todo en la historia, también en la personal, hay múltiples factores. Mi pasión por la historia viene desde pequeñito. Mis padres me llevaban de excursión a ver castillos aragoneses, mi tío me regaló “Érase una vez el Hombre…”, leía los cómics de “Astérix”… Todo ello hizo que me empezara a fascinar por la historia antigua y medieval, especialmente.
Siendo adolescente leí novelas históricas como “Los pilares de la Tierra” de Ken Follet, “El Tirano” de Manfredi, “Alatriste” de Pérez-Reverte… Y mi interés aumentó, llegando a la Edad Moderna. También fue una época en la que escuchaba los programas de Juan Antonio Cebrián.
Pero mi interés por la historia contemporánea y en concreto por el siglo XIX llegó gracias a ver una recreación histórica en Zaragoza, organizada por la asociación “Voluntarios de Aragón”. Lo recuerdo perfectamente: era un domingo 17 de abril de 2005. Tenía 15 años y me quedé sorprendido al conocer los dos Sitios sufridos por mi ciudad, Zaragoza, en 1808-1809. A partir de ahí, leí la obra de Galdós…, luego la licenciatura… y hasta hoy.
Todos los mencionados podríamos decir que son medios de conocimiento informales pero que, sin duda, despertaron mi interés por la historia.
Así que la divulgación es importante y funciona. Pero claro, como todo en esta vida, lo suyo es hacerlo correctamente. Tenemos que trabajar por una divulgación histórica de calidad.
En el caso del siglo XIX, tenemos un arduo trabajo por delante. Se ha avanzado mucho en su conocimiento, existen muy buenas investigaciones recientes, pero no han llegado al gran público. Y ahí mi particular cruzada decimonónica. Y es que si no comprendemos ese convulso siglo, no podemos entender ni el traumático siglo XX, ni nuestro mundo actual, que es heredero de ese pasado de anteayer. El siglo XIX inventó, reinventó o ensayó casi todo: nuestros estados-nación, la visión de la historia, los sistemas políticos, discursos de género, fiestas y tradiciones… Y hay que conocerlo y comprenderlo.
Recuerdo que en la facultad a muchos de mis compañeros les producía rechazo el XIX español. A mí, que siempre me ha apasionado, me sorprendía y cuando indagaba en «el porqué» muchos eran los adjetivos que salían a relucir: complicado; lioso; turbulento; incluso había alguno que lo calificaba como triste porque representaba el momento histórico en el que la Corona Española pasaba de ser una de las tres grandes potencias del mundo a convertirse poco a poco en una de segunda división que ya, poco contaba en el orden internacional ¿Cuánto hay de verdad y de falso en estos estereotipos sobre el XIX español?
Hay muchos mitos sobre el XIX español, que se ha comprendido mal, con visiones teleológicas, sin contexto ni miradas comparativas. Por eso he publicado “España con honra”.
El siglo XIX fue turbulento en España, sin duda. Pero igual que en toda Europa y América. Hubo guerras civiles y cambios políticos radicales en Francia, Portugal, Estados Unidos, los estados italianos y alemanes, las nuevas repúblicas hispanoamericanas… Hasta en la “pacífica” Suiza. España, una vez más, no fue una excepción, sino que fue parte de las dinámicas euroamericanas del periodo.
Respecto a la geopolítica y el panorama internacional es cierto que la invasión napoleónica y la subsiguiente guerra total de seis años tuvo un tremendo impacto negativo en España, como en el resto del continente asolado por trece años de guerra desde 1802 a 1815. Desapareció el Sacro Imperio Romano Germánico, Prusia quedó humillada y desgajada, Polonia había sido repartida previamente y lo volvió a estar, Portugal quedó prácticamente descabezado… Y Francia, exhausta, quedaría ocupada durante años por tropas aliadas tras 1815. Las guerras napoleónicas tuvieron un impacto global.
España dejó de ser una monarquía imperial, como superpotencia de primer nivel que había sido hasta 1804-1808, sí, pero ensayó ser una nación de ambos hemisferios y, a pesar de todo, logró constituirse como estado-nación moderno desde 1836-1840 homologable al resto de los europeos. Había perdido por el camino los territorios americanos continentales en 1824-1827, pero lo mismo le había sucedido a Francia en 1763, a Gran Bretaña en 1783 y Portugal en 1822.
Y el nuevo estado-nación participaba de la geopolítica europea. En 1834 España estaba integrada en la Cuádruple alianza junto a las monarquías liberales de Reino Unido, Francia y Portugal. Y se ayudaron unas a otras. Además, desde 1859, los gobiernos españoles reactivaron un nuevo imperialismo colonial al estilo contemporáneo y como se daba en otros países europeos.
Por tanto, en resumen, no fue tan desastre como se percibe. Además, hay otros factores más allá del geopolítico para medir el avance o retroceso de un país.
Si analizamos el XIX europeo aprenderemos sobre revoluciones, luchas sociales, desarrollo económico, político y militar, en prácticamente en todos y cada uno de los países que estudiemos. ¿Cuál es el «hecho diferencial», si es qué existe, del XIX español? ¿En qué nos diferenciamos durante el siglo XIX del resto de Europa?
Sostengo que España fue un país que siguió patrones similares a Europa occidental. De hecho, es muy similar a Francia y Portugal en cuanto a procesos vividos en el largo siglo XIX. Nos podemos fijar en detalles diferenciales, claro, pero los grandes procesos que moldean la historia son, insisto, similares. Y el punto de llegada, que podemos ver hoy en día y no en el pasado, no dista mucho. Menos estereotipos y más historia en su contexto, por favor.
Gran Bretaña y Francia juegan un papel muy importante en la política española de este periodo. ¿En qué medida fue positiva o negativa la influencia francesa en el desarrollo general que España durante esa centuria? ¿Cuáles fueron los hitos históricos en los que la influencia de nuestro vecino se hizo más patente?
Es difícil hacer un balance global, sino más bien debemos ir fijándonos en cada etapa, pues hubo, cómo no, cambios. En 1808 España pasó de su tradicional alianza con Francia y guerra con Inglaterra a invertir la situación. En la Guerra Peninsular estuvieron en liza los dos países, pero España no fue solo un escenario de disputa entre ambos, sino que su población fue un actor clave, si bien también fue la principal víctima. Aquella Guerra de la Independencia acabó con algunas nacientes industrias y afectó negativamente al mundo agrario y comercial. Pero el país se sobrepuso.
En la época postnapoleónica lo que sucedía en España interesó y mucho a franceses y británicos. Cuando España fue el país sede del liberalismo europeo, la Santa Alianza lo miró con tremenda preocupación y Luis XVIII de Francia envió 100.000 soldados a invadir España en una guerra de casi once meses en 1823. En esa época, España exportó ideas y repertorios revolucionarios a Sicilia, Nápoles, Piamonte, Francia, Rusia, Grecia, América… Y fue lugar de acogida de exiliados liberales de todos los países.
En la primera guerra carlista, todos estuvieron pendientes de quien ganaba el trono español. Y no solo eso, sino que Reino Unido, Francia y Portugal enviaron miles de combatientes en favor de Isabel II, mientras que en apoyo de los carlistas acudían irlandeses, prusianos, rusos… Al acabar la contienda, los dos grandes partidos liberales, en formación, mostraron simpatías por Francia (los moderados) o por Inglaterra (los progresistas), lo que utilizaron los gobiernos de ambos países para tratar de influir. Sin embargo, no consiguieron casar a ninguno de sus pretendientes con la reina española, a la que se malcasó pero con un español, su primo.
A lo largo de lo que quedó del siglo, España, Francia y Reino Unido mantuvieron, por lo general, buenas relaciones diplomáticas y económicas.

Fusilamiento de Torrijos en la playa de San Andrés (Málaga), por Antonio Gisbert Pérez, en 1888. (Museo del Prado)
Gran Bretaña quiso mostrarse como aliada de la Corona Española durante de la Guerra de la Independencia contra los ejércitos napoleónicos. ¿Fue realmente un aliado fiable? ¿Cuáles fueron los momentos históricos en los que para bien o para mal la influencia británica se hizo más patente en la España del XIX?
Hubo muchos recelos mutuos. Hay que tener en cuenta que entre 1796 y 1802 y entre 1804, tras el infame ataque británico y hundimiento de la Mercedes, y 1808 las monarquías española y británica habían estado en guerra. La alianza antinapoléonica no fue fácil, pero fue necesario para la victoria frente al emperador de Francia. El Reino Unido envió cantidades ingentes de suministros a los ejércitos y levas españoles, aunque el papel de los mandos y soldados británicos quedó en entredicho con episodios como los saqueos de Ciudad Rodrigo, Badajoz y San Sebastián.
El periodo 1808-1814 fue sin duda de mucha influencia británica en España, en el plano militar, pero en el político no fue igual que en el caso portugués, donde los británicos dominaron el reino luso pues la corte de los Braganza estaba en Brasil. En 1823, sin embargo, el Reino Unido dejó solos a los liberales españoles que, sitiados en Cádiz, no recibieron ayuda de la Royal Navy, como había sucedido en 1810-1813.
Luego, la influencia británica se vio durante el reinado de Isabel II mediante la diplomacia y mediante la economía, presionando para un tratado de libre comercio que favoreciera las exportaciones textiles británicas (pero que beneficiaban a las exportaciones de vino españolas) o con inversiones en el ferrocarril a partir de 1855.
Se que es muy complicado pero puedes darnos tres nombres de las figuras clave del XIX
Pues la pareja conformada por los duques de la Victoria, Baldomero Espartero y Jacinta Martínez de Sicilia, gracias a los cuales se impuso el estado-nación liberal en 1840; Juan Álvarez Mendizábal, quien sentó las bases de la hacienda nacional y del estado; y Ramón de Santillán, quien desarrolló el sistema fiscal indispensable para el funcionamiento de ese estado en construcción.

Retrato de Baldomero Espartero(Antonio Mª ESquivel (Wiki.Commons.)
Las guerras carlistas desangraron el país durante gran parte de esa centuria. Hay algún escritor al que le he leído que nuestra reciente Guerra Civil no es más que la «Cuarta Guerra Carlista». Se trató de un problema meramente dinástico o realmente detrás de este conflicto se escondía el enfrentamiento entre lo que muchos otros autores llaman «Las dos Españas».
Las dos Europas diría yo, antes que las dos España, porque no fue un fenómeno exclusivamente español, ni tampoco fue una mera cuestión dinástica que no fue sino la bandera de dos bandos en liza en suelo europeo desde 1789: la revolución frente a la contrarrevolución. Francia tuvo su guerra civil de este cariz entre 1793 y 1795, focalizada en la zona de la Vendée, mientras que en Portugal se dio entre 1826 y 1834. En España, la primera guerra carlista fue una guerra por el trono, una guerra civil entre dos modelos de estado y sociedad (el liberal y el de antiguo régimen), y tuvo una participación internacional ya aludida.
En la última Guerra Civil, del siglo XX, hubo presencia del requeté carlista, una de las milicias paramilitares mejor organizas previamente a 1936. Estos carlistas fueron decisivos en el triunfo de la sublevación en lugares como Navarra, si bien luego se diluyeron en el ejército y dictadura franquista.
Hablando de como las raíces del XIX se hunden en el reinado de Carlos IV que podemos reseñar de positivo en este monarca, de su privado Godoy o de su hijo Fernando VII, en contra de la visión general aún imperante?
El cénit de la Ilustración española fue con Carlos IV y no con Carlos III. También fue el momento de máxima expansión territorial de la monarquía española. Pero Carlos IV se tuvo que enfrentar a retos tremendos como la sacudida de la Revolución Francesa y la crisis desatada en 1804 por las epidemias de fiebre amarilla, malas cosechas por el mal tiempo y el colapso del comercio por la guerra contra Inglaterra. Poco podía hacer con los medios de la época ante tamaña coalición de infortunios. La monarquía española con Carlos IV fue una potencia mundial, fue ilustrada, ejecutó o intentó reformas importantes en varios ámbitos como el educativo, militar, científico… hasta 1804, cuando las circunstancias la pusieron contra la espada y la pared. No podemos condicionar nuestra visión de conjunto de la misma por la propaganda de Fernando VII ni por el trágico final de 1808. Nada estaba escrito.
La conocida como Desamortización de Mendizábal ha sido muy criticada porque se le achaca una mala liquidación de los bienes e inmuebles desamortizados y por la pérdida de valioso patrimonio histórico y bibliográfico que se produjo durante su desarrollo ¿Cuánto hay de verdad y de mentira en esta creencia?
Pues las investigaciones sobre la misma demuestran que fue clave en la construcción del estado-nación en un momento en que la monarquía estaba por los suelos. Dio liquidez a un estado liberal en guerra, una red de edificios públicos y crédito en los mercados internacionales, además de transferir la propiedad, dinamizar el capitalismo agrario y ganar apoyos a la causa isabelina. Y la Iglesia quedó sometida al estado-nación. El efecto negativo, aunque se intentó paliar, fue la pérdida o privatización de patrimonio artístico, sin duda.
¿Cuáles son las huellas más evidentes de lo conseguido en el XIX en nuestro presente?
Pues desde cosas tan cotidianas como la tortilla de patatas, las croquetas, muchas de nuestras fiestas y el nombre de muchas de nuestras calles hasta el propio sistema constitucional, los partidos políticos y muchos tópicos sobre la historia que seguimos viendo en un cine que no pocas veces copia pintura historicista decimonónica. El siglo XIX está más presente de lo que creemos.

Pintura historicista del Príncipe Carlos de Viana, 1881(José Moreno Carbonero. Museo del Prado
¿Porqué el XIX español debe ser considerado como un éxito histórico y no un fracaso?
No fue un fracaso, y un éxito depende del baremo que usemos. Insisto, la historia en su contexto.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Tengo ideas, pero también necesito tiempo. hora estoy en mi nuevo trabajo como docente e investigador en la Universidad Isabel I.
Pues muchísimas gracias Daniel por tu valioso tiempo y te deseamos mucho éxito en el futuro.
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