NOS VAMOS DE VACACIONES EN LA ANTIGUA ROMA CON FERNANDO LILLO EL AUTOR DE «HOTEL ROMA. TURISMO EN EL IMPERIO ROMANO»

Una entrevista de Federico Romero Díaz Para Divulgadores de la Historia.

El impulso de viajar, de conocer nuevos lugares y paisajes, de visitar los monumentos de los que tanto hemos oído hablar no es algo exclusivo de nuestro tiempo, es algo innato al ser humano que a lo largo de la historia y en la medida que las circunstancias lo permitían, trata de viajar a lugares distintos al de su residencia habitual, en la medida en que sus circunstancias se lo permitan. Las motivaciones para viajar en la antigüedad eran múltiples: unos viajaban con afán cultural para conocer monumentos otros movidos por su religiosidad a santuarios o a centros termales para reponerse de una enfermedad o simplemente para descansar.

El autor firmando ejemplares de su obra.

Los más pudientes se retiraban a sus lujosas villas en el campo, a veces cercanas a la ruidosa y estresante Roma a veces más alejadas, situadas en regiones privilegiadas por sus condiciones naturales como la zona del golfo de Nápoles, donde la aristocracia romana construyó algunas de sus más lujosas villas de recreo. A veces los motivos para viajar eran puramente deportivos para asistir a grandes eventos como los celebrados periódicamente en Olimpia y otras sencillamente acudían atraídos por lo exótico de la zona, como en el caso de Egipto.

De todo esto vamos a hablar con uno de los mejores divulgadores del momento Fernando Lillo Redonet, el autor, (Castellón de la Plana, 1969) que, además de miembro de Divulgadores de la Historia es Doctor en Filología Clásica, profesor de latín y griego y autor de numerosos libros como Eucro, el arquero de Troya (2004); Medulio. El Norte contra Roma (2005); Séneca. El camino del sabio (2006);Los jinetes del mar. El secreto de Cartago (2018);Héroes de Grecia y Roma en la pantalla (2010);Gladiadores: Mito y realidad (2011);Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma (2013);Hijos de Ben-Hur.Las carreras del circo en la antigua Roma (2016) y artículos sobre el Mundo Antiguo. Fernando ha sido pionero en España en los estudios sobre el cine de romanos con sus obras El cine de romanos y su aplicación didáctica (1994) y El cine de tema griego y su aplicación didáctica (1997). Es autor también de guías didácticas de películas como Gladiator, Troya o Alejandro Magno de La Antigüedad en las Artes Escénicas y Visuales (Universidad de la Rioja, 2007) y colaborador en el volumen Hellas on Screen. Cinematic Receptions of Ancient History, Literature and Myth (2008). Ha impartido conferencias en Universidades españolas y extranjeras sobre el cine de romanos e igualmente numerosos cursos de formación del profesorado sobre el mismo tema. Es colaborador habitual de Historia National Geographic, revista en la que ha publicado artículos y reseñas sobre el mundo griego y romano.

Tras la publicación en 2021 de «Un día en Pompeya» (reseñado en Historia y Roma Antigua) nos ofrece ahora con la editorial Confluencias «Hotel Roma. Turismo en el Imperio Romano» y de eso precisamente vamos a hablar con este experto en la Antigüedad.

Muy buenas Fernando gracias por estar aquí dedicando parte de tu tiempo a responder a nuestras preguntas. Sabemos que el turismo de masas es un fenómeno relativamente reciente en nuestra sociedad. ¿Hasta qué punto estaba extendido el hábito de viajar, de hacer turismo en el mundo clásico en general y en el romano en concreto? ¿Era algo restringido a las élites económicas o se extendía a más sectores de la sociedad?

Ciertamente solían viajar por placer las personas más ricas que tenían el tiempo libre y el dinero necesario para ello, pero contamos con testimonios de viajeros menos pudientes, como profesionales liberales o miembros del ejército, que también se desplazaban para admirar maravillas u obtener la curación de alguna enfermedad. Del mismo modo, los romanos adinerados poseían lujosas villas para el recreo en la afueras de Roma o en el golfo de Nápoles, pero también gente con menos recursos podía tener una modesta finca para huir del tráfico, el ruido y los malos olores de la masificada Roma imperial.

Sabemos por tu obra que había diferentes tipos de turismo en la Antigüedad: el cultural, el sanitario, el deportivo, etc ¿Cuáles eran los destinos «estrella» de cada una de estas modalidades?

Los destinos culturales eran habituales para los integrantes de la élite romana. Quienes podían hacían un viaje de estudios a Atenas y Asia Menor para conocer los lugares y, sobre todo, practicar la oratoria con reputados maestros. Así lo hicieron por ejemplo Cicerón y Julio César. Grecia era un destino muy valorado y ya el general Paulo Emilio había realizado un tour en el 168 a. C. no muy distinto de los actuales. Visitó, entre otros sitios, Delfos, con su famoso oráculo, Atenas, Corinto, Epidauro, Esparta y Olimpia. Sicilia era también parada obligada, sobre todo la contemplación del Etna y la visita a Siracusa con la fuente Aretusa, un manantial de agua dulce junto al mar. La leyenda decía que la ninfa del mismo nombre convertida en corriente de agua había huido del acoso del río Alfeo cerca de Olimpia llegando a través de cavernas subterráneas hasta Sicilia. Se contaba que una copa arrojada en el Alfeo aparecía en Siracusa.

Había también un turismo de reliquias mitológicas y de lugares históricos. Quien deseara ver la famosa tela que Penélope tejía y destejía tenía que viajar al templo de Apolo en Sición, cerca de Corinto, para contemplarla. Si uno estaba interesado en los brazaletes que había llevado la mismísima Helena de Troya, acudiría al templo de Atenea en Lindos (Rodas). Los campos de batalla famosos como el de Maratón o el de Las Termópilas, que evocaba la heroica acción de Leónidas, eran visitados por los turistas de la Antigüedad. Troya, con la tumba de Aquiles, fue visitada por el propio Julio César.

El turismo sanitario se concentraba en la estancia en algún balneario de aguas curativas como por ejemplo el recientemente encontrado y puesto en valor en Chaves (Aquae Flaviae) (Portugal) con espectaculares piscinas de piedra, o el más modesto de Las Burgas en Orense donde se han encontrado aras votivas en agradecimiento a la curación obtenida. Los santuarios de Asclepio (Esculapio), dios de la medicina, atraían a multitud de peregrinos que recorrían a veces grandes distancias en busca de la salud. Los de Epidauro, Cos y Pérgamo eran los más famosos de la época. En ellos el paciente dormía en un pórtico y el dios se le aparecía en sueños curándolos o sugiriéndoles tratamientos. El de Pérgamo contaba con un teatro, biblioteca, templos e instalaciones para las diversas curas como fuentes o salas para fangos.

El proceso de curación por “incubación”. Relieve del santuario de Anfiarao en Oropo. Museo Arqueológico de Atenas(Wikimedia commons)

El turismo deportivo movía también a muchos. La cita cada cuatro años de los Juegos Olímpicos convertía el santuario de Olimpia en un lugar atestado de gente que tenía que acomodarse en tiendas y en los alrededores. El público estaba dispuesto a soportar el calor y las molestas moscas con tal de contemplar las hazañas de sus héroes deportivos. También eran frecuentes los desplazamientos a poblaciones cercanas para contemplar los juegos de gladiadores. El anfiteatro de Pompeya, por ejemplo, atraía a la gente de las poblaciones vecinas y a veces se producían altercados entre aficionados. En el 59 d. C. hubo uno de grandes dimensiones con heridos y muertos que provocó la prohibición de los espectáculos en Pompeya durante un tiempo. En cuanto a las carreras del circo, sin duda el deporte más popular entre los romanos, es muy posible que el Circo Máximo de Roma atrajera a fans de fuera de la urbe.

Egipto por su exotismo era un destino preferente en aquella época ¿Cuáles eran los lugares más visitados?

El viaje comenzaba en la cosmopolita Alejandría, una de las ciudades más importantes del momento, con su espectacular faro, una de las maravillas del Mundo Antiguo. Las pirámides de Guiza y la esfinge eran visitadas e incluso los viajeros dejaban en ellas grafitis de su paso. Al pie de la pirámide de Keops una noble romana dejó escrito: “He visto las pirámides sin ti, dulcísimo hermano y aquí, triste, he derramado lágrimas, lo que pude”. En el oasis de El Fayum visitaban el llamado Laberinto, que era una compleja estructura de pasillos y subterráneos del que hoy no quedan restos. En realidad se trataba de un templo funerario contiguo a la pirámide de Amenemhet III. No lejos de allí, en Cocodrilópolis, los turistas se entretenían dando de comer dulces, carne, vino con miel y frutas, a un cocodrilo sagrado que estaba en un estanque. Más al sur los famoso Colosos de Memnón eran parada obligada. En la Antigüedad les interesaba el coloso situado al norte que creían era la estatua de Memnón, hijo de la Aurora. Los turistas acudían al amanecer para ver si oían la voz del dios. Posiblemente a causa la dilatación por el calor o por el viento que se metía entre las grietas se producía un extraño sonido. Los pies y piernas de este coloso eran el lugar donde quienes habían oído la voz de Memnón dejaban testimonio de ellos con inscripciones en griego y latín que todavía se conservan. Otra visita eran las tumbas del Valle de los Reyes que ellos denominaban “siringes”, galerías. El turista entraba en ellas con guías que explicaban las pinturas y los jeroglíficos y también aquí se dejaba memoria de paso. Uno de ellos llamado Hermógenes, que había venido ni más ni menos que desde el Mar Negro, al visitar la tumba de Ramsés VI, que ellos creían que era la del famoso Memnón escribió lo siguiente: “Habiendo visto las demás galerías me admiré, pero al explorar esta de Memnón, me superadmiré”.

Colosos de Memnon(Wikimedia commons)(Antonio Beato , Colosses de Memnon , siglo XIX. Museo de Brooklyn)

Sabemos que la ciudad de Roma jugaba un doble papel como centro emisor de turismo a otras regiones, pero que también era uno de los destinos más atractivos para los viajeros. ¿Qué lugares y qué objetos eran los que ejercían más atracción sobre los turistas que llegaban a Roma?

Para los romanos Roma era la octava maravilla. El Coliseo era superior a las pirámides de Menfis o al Mausoleo de Halicarnaso. Los logros técnicos como calzadas, acueductos y cloacas causaban admiración, así como los complejos monumentales del Capitolio, el Palatino, los diversos foros, el Circo Máximo… En el siglo IV d. C. la ciudad contaba con 28 bibliotecas, 8 parques públicos, 11 foros, 10 basílicas, 11 termas, 19 acueductos, 423 templos y 1352 fuentes. Sin duda, un gran patrimonio. En ese mismo siglo el emperador Constancio II visitó Roma desde su residencia en Constantinopla y se admiró del antiguo foro romano, del Coliseo, del estadio de Domiciano (hoy Piazza Navona), del Panteón y sobre todo del colosal foro de Trajano, con una fabulosa estatua ecuestre del emperador que hoy desgraciadamente no conservamos. Los amantes de las reliquias podían admirar atracada en el Tíber la nave utilizada por el mismísimo Eneas para llegar al Lacio desde Troya, la cabaña de Rómulo o la higuera bajo la que la loba amamantó a los famosos gemelos.

¿Cuál es la importancia de de la obra de Pausanias? ¿Realmente existían guías turísticas semejantes a las utilizadas en el presente?

Pausanias es un autor del siglo II d. C. que escribió en griego una obra titulada Descripción de Grecia en la que recorre multitud de lugares dando cuenta de los monumentos y leyendas de cada localidad. Aunque no es propiamente una guía de viajes como las nuestras (faltarían muchos aspectos prácticos como alojamiento, lugares donde comer y beber), sí es una fuente información muy útil para saber cuáles eran los intereses culturares de ese momento y en su tiempo pudo utilizarse como guía turística. Sí tenemos constancia de que existían guías turísticos en determinados lugares que contaban los detalles de los monumentos y sus historias relacionadas.

En el siglo IV una dama llamada Egeria escribió una obrita sobre su peregrinación a Tierra Santa que tiene la importancia de ser el primer texto de viajes escrito por una mujer y también el que refleja las propias experiencias y sentimientos de una viajera ante paisajes y lugares.

¿Y en Hispania?, ¿Había algún destino preferido para ser visitado por los turistas?

Es muy posible que las grandes capitales provinciales atrajeran a turistas. Floro, un autor romano del siglo I-II d. C, habla de Tarragona recomendándola como lugar de reposo en unos términos que parecen realmente un reclamo turístico de agencia de viajes: “Verás en ella, oh huésped y amigo, gentes honestas, sobrias, tranquilas… Un clima particularmente benigno atenúa el rigor de los cambios de estación y el año entero semeja ser una eterna primavera”. Por otro lado, Hispania contaba con muchos santuarios de aguas salutíferas como los ya citados de Chaves y Las Burgas, a los que podríamos añadir el Balneario de Alange (cerca de Mérida), todavía hoy en funcionamiento y donde el turista moderno puede sumergirse en auténticas piscinas romanas.

Además de tu labor docente y de tu pertenencia a Divulgadores de la Historia formas parte de la asociación amiga Mos Religiosvs y eres un prolífico escritor de diferentes ensayos sobre la Antigüedad. ¿Cómo ves el presente y futuro de la divulgación en España?

En España está creciendo la buena divulgación. Cada vez hay más gente interesada en el Mundo Antiguo y en la Historia en general que busca informarse en sitios de confianza en los que exista un trabajo de investigación serio previo. La buena divulgación exige mucho trabajo detrás que a veces no se ve, como en los icebergs. Esto se está consiguiendo a través de buenos ensayos de divulgación, de novelas históricas que respeten al máximo las fuentes o de actividades de recreación. En este último campo se está produciendo una necesaria especialización. En Mos Religiosus nos concentramos en la religión romana con el máximo rigor posible, en Falcata HEMA, otra de las asociaciones a las que pertenezco, recreamos la legión romana desde las artes marciales históricas estudiando técnicas de combate y movimientos. En Gallaecia Viva, con sede en La Coruña, hemos creado uno de los talleres de juegos romanos más completos que existen. Hay que conseguir que el público general comience a pedir calidad y a apreciarla. En este sentido todavía existen muchos tópicos en el imaginario colectivo que debemos ir corrigiendo con estos medios.

Y tras la promoción del libro, ¿Cuáles son tus próximos proyectos en divulgación?

En Agosto sale un número de Arqueología e Historia dedicado a la Atenas de Pericles donde participo con un artículo sobre vida cotidiana. Por otro lado, seguiré trabajando en nuevos ensayos de divulgación. El Mundo de Grecia y Roma no deja de sorprendernos por su atractivo y modernidad.

Pues mucha suerte y de nuevo muchas gracias por tu libro y por compartir tu tiempo con nosotros. «Hotel Roma. Turismo en el imperio romano». (Os lo dejamos enlazado por si queréis empezar a leerlo o comprar un ejemplar)

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